Comemos debido a la sensación de hambre o porque estamos aburridos, solos, casados, solteros. Comemos porque pasamos cerca a una tienda de donas, porque estamos en una fiesta, porque nuestra madre cocinó y no queremos despreciar su gesto o porque deseamos comer tanto como nuestra pareja lo hace o porque no queremos privarnos a costa de deprimirnos.
¿Alguna de esas razones suenan familiares? Acaso, ¿Somos comilones emocionales? Nada tan real como el Hambre Emocional, en el que la comida se convierte en un arma para lidiar con las emociones negativas.